Este caluroso verano europeo, las protestas contra el turismo han dominado los titulares, desde Barcelona hasta Venecia, pasando por Mallorca y las islas Canarias. Sin embargo, los disturbios no se limitan a Europa. Recientemente, en Ciudad de México, se llevaron a cabo varias manifestaciones pacíficas contra el turismo excesivo y la gentrificación por parte de los “nómadas digitales”. Estas protestas terminaron en violencia cuando algunos participantes destrozaron escaparates y saquearon tiendas.

    A principios de este año, la oficina de turismo de Japón instó a los australianos a evitar Tokio y Kioto, acusadas de problemas causados por el acoso de turistas, sugiriendo destinos menos transitados. En lugares como la Antártida y Bali, los turistas también han sido criticados por su comportamiento inapropiado, especialmente teniendo en cuenta que el turismo representa entre el 60% y el 70% del PIB de Bali.

    Aunque el malestar por el exceso de turismo en Europa data de al menos 2017, este año marca un hito: por primera vez, activistas de todo el continente han coordinado sus esfuerzos de protesta. En Atenas, los locales han recurrido a grafitis, mientras que en Italia, Portugal y España, han utilizado pistolas de agua como una forma de manifestación. Estas acciones han llevado a advertencias de seguridad para los viajeros que planean visitar Europa durante la temporada estival.

    Las quejas más comunes de los residentes incluyen el hacinamiento, la escasez de viviendas asequibles y el daño al medio ambiente. A nivel mundial, también se preocupan por la falta de equilibrio en las políticas turísticas, la insensibilidad de los visitantes y la especulación inmobiliaria. Sin embargo, las protestas locales contra el turismo no son un fenómeno nuevo; tienen raíces profundas que se remontan a la antigua Roma y al Brighton del siglo XIX.

    La Influencia de la Historia en las Protestas Turísticas

    El rechazo a los turistas se viene observando desde los inicios de las “escapadas”. En el 51 d.C., el filósofo Séneca expresó su desdén hacia los turistas que se divertían en la playa: “¿Por qué tengo que ver a borrachos tambaleándose por la orilla?”, una queja que podría sonar familiar para los lugareños de cualquier ciudad turística actual. A lo largo de los siglos, las tensiones entre la vida cotidiana de los habitantes y la actitud despreocupada de los visitantes han sido constantes.

    Estructura Moderna del Turismo y sus Consecuencias

    Avanzando al siglo XIX, se sentaron las bases del turismo moderno en el Reino Unido, con el surgimiento de agencias de viajes y sistemas de transporte que facilitaron el acceso a nuevos destinos. Este aumento en el turismo llevó a enfrentamientos entre locales y turistas, como quedó evidenciado en el disturbio de Brighton en 1827, donde los pescadores perdieron su espacio de trabajo debido a la llegada de turistas.

    El Auge del Turismo Masivo

    Desde la Segunda Guerra Mundial, el turismo creció considerablemente, motivado por las vacaciones pagadas y el desarrollo de grandes parques temáticos. Sin embargo, este crecimiento ha venido acompañado de un aumento en las quejas de la población local, que se siente desplazada por los intereses turísticos. Lugares como el Caribe y Hawái han estado en el centro de esta tensión, con indígenas que protestan por la explotación y el estereotipo de su cultura en la industria turística.

    Movimientos y Futuras Estrategias Comunitarias

    En respuesta a esta situación, movimientos sociales están surgiendo para combatir el turismo excesivo. Recientemente, en Barcelona, se celebró un congreso convocado por la red global Stay Grounded, donde se buscaron crear coaliciones para empoderar a las comunidades locales. Aunque el término “antiturismo” sugiere un rechazo total, la realidad es que muchos habitantes solo buscan un turismo más respetuoso y sostenible.

    A medida que las comunidades locales expresan su frustración, queda claro que es necesario hallar un equilibrio entre los intereses turísticos y el bienestar de los residentes. Es un momento crucial para repensar cómo el turismo puede ser beneficioso no solo para los visitantes, sino también para aquellos que llaman a estas regiones su hogar.

    *Freya Higgins-Desbiolles es profesora adjunta en Gestión Turística en la Universidad de Australia del Sur.

    *Este artículo fue publicado en The Conversation y se reproduce aquí bajo la licencia de Creative Commons.

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