La Ciudad de México: Un Reflejo de Posguerra
La Ciudad de México se presenta como una escena de posguerra. Al observar las horripilantes vallas que adornan nuestra ciudad, no puedo evitar recordar los escritos de Curzio Malaparte en La piel, sobre la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Estas estructuras han sumido a los habitantes en un estado de depresión, incertidumbre y desorden; es una desesperación constante en el intento de reconstruir nuestro presente.
Impacto Visual en el Patrimonio Histórico
El Palacio Nacional ha estado rodeado por varios años de estas vallas grotescas, que obstaculizan la vista de la Glorieta del Ahuehuete en la hermosa Avenida Reforma. Este espectáculo burdo contrasta con la majestuosa arquitectura del Monumento a la Revolución, ocultando su esplendor. La embajada de Estados Unidos y sus calles circundantes presentan una particular monstruosidad, desvíos de tráfico inexplicables evidencian el miedo del gobierno.
Vallas: Símbolos de Ignorancia y Vulgaridad
Estas vallas, estéticamente burdas y violentas, representan un ataque a la sensibilidad y al arte de nuestras arquitecturas. Se convierten en un sustituto de la ley, en un pañal gigante que envuelve la incapacidad política. ¿Por qué se instalan alrededor de nuestros monumentos y edificios históricos? Supuestamente por temor a las manifestaciones, pero en lugar de proteger, niegan el diálogo. Este silencio incómodo nos hace cuestionar la verdadera naturaleza de lo que está siendo protegido: ¿nuestro patrimonio histórico o el poder que se oculta tras estas barreras?
Contraste con la Historia Mexica
Es doloroso notar el contraste entre los muros actuales y los de Tenochtitlan. Los muros mexicas, construidos de agua y piedra, no eran signos de miedo, sino sistemas de defensa que regularon la vida del lago y mantuvieron un equilibrio entre lo humano y lo divino. En cambio, hoy los muros niegan la vida, asfixian la belleza de una ciudad que ha sido forjada a través de los años, convirtiéndonos en meros extras en una película de ocupación.
La Ciudad como Campo Cercado
La estética del estado de sitio psicológico está presente en nuestra ciudad, que se siente como un campo cercado. La presencia constante de estos muros asegura una respuesta oficial de terror ante la protesta, un miedo que busca controlar el orden social. Tras las manifestaciones, parece que la intención es mantener estas vallas durante todo el sexenio, privándonos de admirar la grandeza de nuestra metrópoli. El Zócalo se ha convertido en una feria enjaulada, en lugar del espacio de contemplación que debería ser, recordando su papel como antiguo centro del universo y inicio del Nuevo Mundo en México.
Reivindicación del Espacio Urbano
Las ciudades deben ser espacios para vivir, habitar, y provocar felicidad. Deben inspirar asombro y orgullo, generando sensaciones de estabilidad, libertad y esperanza por un futuro mejor. Cuando los monumentos se amurallan, no es la piedra la que se defiende, sino el poder que confiesa su miedo. Es crucial recuperar el sentido de pertenencia y conexión con nuestros espacios urbanos.
Llamado a la Reflexión
La degradación estética y emocional que vivimos en la Ciudad de México nos invita a reflexionar sobre el papel del Estado y su relación con el patrimonio cultural. Debemos cuestionar las decisiones que nos privan de disfrutar de nuestros espacios y reivindicar el derecho a un entorno urbano que refleje esperanza y belleza. Solo así podremos avanzar hacia un futuro donde nuestra ciudad vuelva a ser un símbolo de libertad y orgullo.