Pie de foto: Kara Corcoran se alistó en el Ejército de EE.UU. en 2008 y se retiró 10 años después.

    Después de 17 años de servicio en el Ejército de Estados Unidos, la mayor Kara Corcoran se preparaba para graduarse en un prestigioso programa de liderazgo militar. Sin embargo, a dos días de la ceremonia, recibió una impuesta normativa que le exigía cumplir con las regulaciones masculinas, lo que incluía vestirse con un uniforme masculino y cortarse el largo cabello rubio que había dejado crecer tras anunciar su identidad como mujer en 2018.

    Este requerimiento, emitido desde el Pentágono y filtrado a través de su cadena de mando en Fort Leavenworth, Kansas, dejó a Corcoran en una situación complicada. “No hay nada en mí que sea masculino”, expresó, destacando que se veía forzada a modificar su apariencia solo para participar en el evento. Esto refleja las tensiones históricas en el Ejército respecto a la inclusión de personas transgénero.

    La prohibición que afecta a Corcoran es parte de una política más amplia, anunciada por el presidente Donald Trump, que impide a las personas transgénero servir en cualquier función dentro de las fuerzas armadas. Anteriormente, la política permitía algunas excepciones, pero desde 2025, casi todas están eliminadas.

    Las estadísticas indican que hay aproximadamente 4.200 miembros transgénero en el ejército estadounidense, aunque estimaciones no oficiales sugieren que esta cifra podría alcanzar hasta 10.000. La reciente normativa no solo afecta sus carreras, sino que también establece que cualquier diagnóstico de disforia de género es “incompatible con los altos estándares” requeridos para el servicio militar.

    El impacto de esta política ha generado un debate intenso en el país. Mientras que una encuesta de Gallup revela que el 58% de los estadounidenses apoyan la inclusión de personas trans en el ejército, este número ha disminuido drásticamente en comparación con años anteriores. Los críticos califican la prohibición de discriminatoria, y oficiales transgénero, junto con organizaciones de derechos humanos, están presentando demandas legales en contra de la normativa.

    La situación de Corcoran es emblemática de la incertidumbre que enfrentan muchos en sus circunstancias. Ella ha dedicado la mayor parte de su vida adulta al servicio militar, experimentando despliegues en combate y ascendiendo en su carrera. Sin embargo, con la política actual, se enfrenta a la posibilidad de perder no solo su posición sino también beneficios significativos como pensiones y atención médica.

    A pesar de las adversidades, Corcoran se muestra decidida. “No voy a aceptar la separación voluntaria”, declaró, enfatizando que está dispuesta a enfrentar la separación involuntaria si es necesario. Su experiencia ilustra las complejidades de la identidad de género en entornos tradicionalmente rígidos como el ejército, resaltando una lucha mayor por el reconocimiento y la dignidad en condiciones adversas.

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